CandentesCDMX
пт, 18 окт. 2024 г.

Ese día me encontraba fuera de la ciudad, en un viaje de trabajo, de esos que son breves y que no te dejan mucho tiempo para hacer algo extra, así que tenía que aprovechar para llamarla.

Era una amiga a la que había conocido en un chat de amistad de América Online, antes de que yo descubriera que el movimiento swinger existía; y con quien había formado una relación de confianza más que cachonda, quizás por la lejanía y las pocas esperanzas que teníamos en aterrizar un encuentro.

Pero ese día estaba en su país y no pensaba desaprovechar la oportunidad, cuando menos de llamarle y saludarla.

Me contestó extrañada y decepcionada de saber que sólo tenía esa tarde libre para verla. Pero muy comprensiva me dijo: Dame una hora y media y estaré contigo.

Y así fue. Llegó con una blusa blanca y una falda negra, ambas menuditas, como ella. Tenía una actitud increíble, como si nos conociéramos desde hace mucho. Me encantaron sus ojos y su olor.

Para no faltar a ese protocolo de quien comienza a conocer a alguien, la invité a bajar al restaurante del hotel donde estaba hospedado, y ella se negó.

-Hiciste 6 horas de vuelo. Debes estar cansado, mejor quedémonos aquí.

El pretexto fue el cansancio y ese masaje que por unos segundos le dio a mis hombros para que las cosas se dieran en una forma consecutiva: Los besos, desnudarnos, etcétera.

Es extraño, paradójico, pero a también sucede que en una relación sexual hay veces que hay más intimidad que otras. Y ésta vez fue así: No me decía nada, pero sus besos, sus caricias, y su forma de entregarse me dijo mucho más de lo que hubiera entendido yo con palabras.

No fue un encuentro largo. Después de haber pasado quizás unos 80 minutos desde que tocó a la puerta de mi habitación, ella volvió a enfundarse su blusa blanca y su minifalda negra.

- No te vistas – le dije – Mejor pedimos algo al room service.

Ahora era yo el que no quería bajar al restaurante.

Y mientras ella continuaba arreglándose, me daba algunas recomendaciones para mi estadía su ciudad. Me dijo que le marcara si es que yo volvía a tener otro chance de verla.

- ¿Cómo…apoco ya te vas? – le pregunté confundido.

-Si mi amor, esque sabes? No te lo quise decir para que no te pusieras nervioso, pero mi esposo me está esperando en el Lobby para regresarme a la oficina.

Me dio un beso, nuevamente de esos que dicen mucho, y se fue.

Hasta ese entonces supe que era casada, y no solo eso, sino que su esposo le había dado permiso de coger conmigo.

Después de ese encuentro, ella me mandó algunos libros a México, y con el tiempo, el contacto y las esperanzas de volver a verla se fueron diluyendo, no así el enorme recuerdo que le guardo a ella y mi eterno agradecimiento a su marido.